El empate sin goles ante Uruguay volvió a encender las alarmas en la Selección Mexicana, pero esta vez no solo por el funcionamiento —otra vez gris, otra vez improductivo— sino por la distancia cada vez más evidente entre los jugadores y la afición. Javier Aguirre lo entiende. Raúl Jiménez, claramente, no.
En conferencia, el “Vasco” se mostró respetuoso ante los abucheos en el TSM y defendió el derecho del público a exigir lo que en la cancha no se está viendo: resultados. Aguirre incluso lo planteó como parte del oficio:
“El jugador que no acepte la crítica no está preparado para ser sometido a juicio público”.
Una frase que no podría contrastar más con lo ocurrido instantes antes con Raúl Jiménez, quien reprochó directamente a los aficionados por sus reclamos.
El delantero, lejos de reconocer que el equipo lleva meses sin mostrar mejoría, eligió mirar hacia las gradas en lugar de hacia adentro.
Y ahí está el punto: la Selección no está ganando, no está convenciendo, no está anotando… pero sí está señalando al aficionado.
Mientras el “Vasco” habla de equilibrio emocional, piel gruesa y responsabilidad individual, la reacción de Jiménez representa justo lo contrario: una piel delgada ante el reclamo básico del deporte profesional.
La afición no insultó por capricho; reaccionó a un partido pobre, a la banca de su portero local y a otro 0-0 más que sumar a la larga lista de actuaciones sin punch del Tricolor.
Aguirre fue claro con su propio plantel:
“Frente al espejo hay que aceptar que la regaste”.
Pero ese espejo parece estar de más para algunos jugadores: se critica a la afición, se cuestionan los abucheos… y mientras tanto, los goles siguen sin aparecer, el equipo no suma victorias y los problemas futbolísticos siguen estancados.
El problema no son los reclamos: son los resultados
El “Vasco” puede hablar de funcionamiento, de propuestas, de equilibrio mental y de que el año “ha sido bueno en resultados”, pero la realidad es tercamente simple:
la Selección no está ganando, no está ofreciendo espectáculo y no está generando confianza para un año mundialista.
Cuando no hay goles, no hay triunfos y no hay identidad, el peor error es voltear a pelear con quienes llenan los estadios.
El martes, México enfrentará a Paraguay con hasta siete cambios. Sin embargo, más allá de nombres, la exigencia es la misma:
menos reproches al público, más responsabilidad en la cancha.

