Nació un 8 de julio de 1929 en Ciudad Juárez, Chihuahua, y falleció un 13 de noviembre de 1992 en el hospital Sun Towers de El Paso, Texas. Han pasado 33 años desde su partida, y sin embargo, el nombre de Enrique “Kiki” Romero González, también conocido como “El Figura”, continúa creciendo en la memoria colectiva del deporte juarense. Su legado no se diluye: se engrandece.
Kiki Romero llegó a formar más de 700 equipos de basquetbol, todos bajo el nombre de Scouts y distinguidos por portar los colores patrios en su uniforme. Su trabajo trascendió épocas, generaciones y fronteras. Decenas de sus jugadores llegaron a representar a México en Juegos Centroamericanos, Panamericanos, Campeonatos Mundiales y Juegos Olímpicos.
Sin reflectores, sin sueldo, sin buscar reconocimiento, dedicó su vida, tiempo y dinero al deporte. A cambio, obtuvo algo mucho más grande: el cariño eterno de miles de jóvenes a los que formó, dentro y fuera de la cancha.
El origen de “El Figura”
Era tan profunda la huella que dejó en sus jugadores que, hasta hoy, muchos de ellos se saludan diciendo:
“¿Qué pasó, figura?”,
una frase que Kiki usaba para dirigirse a sus pupilos. Bastan esas palabras para invocar su memoria. No hace falta decir su nombre. Todos saben de quién se habla.
Kiki estudió en la Escuela Cuauhtémoc, en el barrio del mismo nombre. Desde joven, su pasión por el basquetbol fue tan grande que dedicó más horas a entrenar, dirigir y organizar torneos que a su propia vida personal. Su entrega total nació en los años 50, cuando el sacerdote Baudelio Pelayo lo invitó a fomentar el deporte entre niños y jóvenes en una cancha ubicada junto a Catedral.
Como jefe del Grupo 8 de Scouts de Catedral, aprendió disciplina, liderazgo y trabajo comunitario. Esa esencia la trasladó al basquetbol. Por eso sus equipos adoptaron el nombre Scouts, identidad que hoy sigue viva en Juárez y en ciudades como Los Ángeles, donde emigraron muchos de sus muchachos.
Nacen los Scouts: una escuela de vida
El primer equipo fue el Scouts de Catedral, los pioneros en usar verde, blanco y rojo. Después vendrían decenas de quintetas:
Scouts Águilas, Scouts Osos, Scouts Pewees, Scouts G2, Scouts G3, Scouts Hombres Lobos…
y el legendario Scouts Siete Hombres de Oro, un equipo único con solo siete jugadores.
Kiki decía con seguridad absoluta:
“Yo no necesito un equipo de 12 jugadores; con 7 buenos le gano a cualquiera.”
Y también bromeaba, con humildad sincera:
“No sé por qué todo lo que toco lo convierto en oro, figura.”
Lo decía en tono ligero, pero era cierto: sus equipos ganaban, sus jugadores crecían, y su escuela era un semillero inagotable de talento.
Kiki era un hombre de baja estatura, pero con una calidad humana gigantesca. Trataba por igual a todo el que se le acercaba en busca de consejo, disciplina o simplemente un lugar para sentirse parte de algo.
Un formador de campeones… y de vidas
Los jugadores formados por Kiki Romero son parte esencial de la historia del basquetbol mexicano. Entre ellos destacan:
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Raúl Palma Cano, MVP de los Juegos Centroamericanos de 1975.
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Jesús “Chuy” García Arenas, olímpico en Montreal 1976.
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Fernando Tiscareño González, olímpico en México 1968.
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Agustín “Tin” Ávila, seleccionado nacional.
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Alfonso “Poncho” Mendoza, All-American colegial en Estados Unidos.
Y cientos —si no miles— más que encontraron en sus enseñanzas no solo fundamentos deportivos, sino rumbo, disciplina y un sentido de pertenencia.
Kiki también impulsó otros deportes. En la lucha libre apoyó a figuras como El Cobarde, El Márquez y Fishman cuando apenas eran promesas.
Entrenadores de escuelas prestigiosas —Lydia Patterson, Tec de Monterrey, Universidad de las Américas y otras instituciones nacionales e internacionales— visitaban el Gimnasio Municipal solo para preguntarle:
“Kiki, ¿qué jugadores tienes nuevos para llevarlos con beca?”
Su nombre era garantía de calidad, de disciplina, de carácter, de valores.
Mucho más que un entrenador
Para muchos de sus muchachos, Kiki fue un segundo padre, especialmente para quienes crecían en condiciones difíciles o sin una figura familiar estable. Entre balones, tableros y ejercicios de rutina, él enseñó respeto, responsabilidad, constancia y la fuerza de mantenerse lejos del alcohol y los malos hábitos.
El periodista Juan Robles, quien lo conoció de cerca, lo describió así:
“Era de los hombres que vienen a hacerle bien al mundo.”
Kiki no buscaba aplausos. No quería aparecer en los periódicos —decía, con humor juarense, que no quería verse después “en el baño como papel higiénico”—, porque lo suyo era trabajar en silencio.
Y, sin embargo, pocas figuras brillan tanto como él en la historia del deporte fronterizo.
El Rey Midas del Basquetbol Juarense
Su legado no es solo deportivo: es humano.
Enrique “Kiki” Romero González sigue presente en cada jugador que usa el nombre Scouts.
En cada entrenador que repite sus enseñanzas.
En cada saludo que inicia con: “¿Qué pasó, figura?”.
En cada pasión basquetbolera que nació en una de aquellas canchas viejas donde él sembró sueños.
Por su entrega, por su visión, por su amor al deporte, por su impacto social, y por todo lo que dejó en Ciudad Juárez y en México, Kiki Romero no solo fue un entrenador: fue y seguirá siendo por siempre el Rey Midas del Basquetbol Juarense.

